SELECCIÓN DE POEMAS DE LA OBRA:
"Todo se cura con agua salada:
con sudor, con lágrimas o con el mar"
Arthur Clarke
No hay un lugar más seguro
que el fondo del mar.
Virilidad exquisita.
Inmersión.
Criatura de vértigo,
y su azul afilado con guiños de la muerte.
Silencio de metal mientras me posees.
Sensual silencio.
Otro pez acaricia mi corazón gastado,
me revela verdades que me quedan muy anchas.
El silencio del mar, en su fondo, apabulla,
te susurra los vértigos que en tu escafandra moran.
-10... -20... -30... -35... -40...
Caes.
Caes.
Caes.
60 pies de océano aprietan mis caderas.
El fondo te aguarda
con su danza que agita las mareas del alma.
Ya estoy abajo, entras en mí.
Soy yo misma y no soy
al fondo del azul.
Un descenso lánguido
en las plumas del silencio.
Animal viscoso entregado a la lujuria,
azotar de olas y acantilados ebrios.
Tú eres savia y luz, yo soy lamento,
cristal que se hace fe si tu lo tocas.
Tú elevas esta brizna si se apoca;
el viento es tu familia y tu tormento.
Me elevas desde el fango a mi contento
esparces miel sagrada con tu boca.
La vida me entristece, seca y roca;
yo soy pobre lechuza y tú portento.
No niegues tu cobijo, eres mi dueña,
no niegues tu sonrisa a mi pobreza
ni escondas ser la brasa de mi leña.
Reflejo de mil soles tu belleza,
yo soy rastrojo rudo, nula breña,
y tú fundes mi piel y mi corteza
Do---Re---Mi---Fa---Sol---La---Si---Do
Los dos mirábamos el gato muerto, pero
tú escondías tres notas musicales apretadas en la mano,
en clave de luna.
Do---Re---Mi---Fa---Sol---La---Si---Do
Las raíces de mi piel estaban secas
pero tu mujer de madera reverdecía pentagramas húmedos,
una red de cuerdas como labios paralelos
te sacaban de mi cuarto,
(Do---Re---Mi---Fa---Sol---La---Si---Do)
de la herida del tiempo por donde sangramos juntos
menta sobre el mar.
En el centro de tu lengua una bola de acero.
Hube de hacerme desván y cambiar mis tejas por escamas.
Do---Re---Mi---Fa---Sol---La---Si---Do
Morir un poco soñando nenúfares y algas
de crecimiento incrustante.
Morir un poco.
En cada inmersión atravieso el pericardio del mar,
buza de su corazón, gastado,
sin neopreno.
Do---Re---Mi---Fa---Sol---La---Si---Do
Sin el hombre verde con música dentro,
morir otro poco,
vertiéndome hasta la arena
del fondo de las aguas
del Mar Mediterráneo.
La mañana me ha llenado de cristales la memoria:
un hombre ungido en barro se desmorona a mis pies,
la mujer hecha de arena que no borra nunca el tiempo,
una cueva femenina que fue origen del mundo,
muerta y clausurada me abandonó a mi suerte.
Has trazado un círculo alrededor de mi cuerpo,
soy un naranjo viejo y torpe, con el alma disecada.
Hitos varios nos circundan:
tres plumas blancas, el seno mustio de una anciana,
tres maldiciones, un peine enfermo de nácar.
Brasas de un amor-cangrejo que aún aprieta con sus pinzas.
Has encendido la hoguera donde me harás arder
en carbones naranja (felicidad, sopor).
Y el tronco me reverdece libre de sombra y cenizas
cuando aprietas mi vida en tus llamas,
fuego y purificación.
Si se tratara sólo del latido,
membranoso y fugaz, de la carne y los huesos,
o la azarosa química
que se desata a causa de inciertos referentes
(recuerdos, quién sabe, de un padre o de una madre,
recuerdos pueriles de un niño de la infancia).
Si fueses el instinto que traje de una cueva,
don de hembras inquietas buscando un esposo,
o fueras el residuo de la naturaleza que busca procrear;
si fueras sólo, Amor,
un regalo sin magia que busca nuestras cópulas
para forjar futuros,
si sólo fueras eso y no el almíbar blanco
que se enciende en mis venas cada vez que lo miro.
Aunque eso sólo fueses, Eros,
y no las cien abejas que hormiguean en mi alma
cada vez que él me besa,
yo seguiría en el mundo haciendo sus caminos
con la esperanza cosida en los pliegues de mi falda
yo seguiría bebiendo el agua de las manos
que hicieron de este cuerpo mujer enamorada.
Como un velero altivo que se adentra en la mar
con el mástil aún roto tras noche y tempestad,
hacia el sol de los valientes.
Princesa de tormenta y utopía
no pierdas nunca el ansia o la ocasión de navegar.
Hay que llevarse esa luz a la boca,
hasta quemarse o arder con cicatrices.
Mis ojos siempre humean un hechizo
vegetal. No me mires,
si no hay fuerza de antorcha en tus estambres.
Mi piel guarda la dicha de yemas alumbradas,
no la toques,
si eres velero anclado bajo un cielo trivial.
Que no soy agua de mar,
que soy rabiosa luna coronando,
insolente,
un océano oscuro.